Quisiera dejar como reflexión algunas ideas acerca de cómo nos tienen que ver a los Adultos Mayores, y qué tienen que escuchar de nosotros los que nos rodean. A veces por los prejuicios del mundo nos imaginan malhumorados o tristes, pero podemos mostrar que vivimos una paz muy profunda si tenemos un trato sin enojos, sin rechazos ni palabras cortantes.
Qué bien nos hace que nos vean que no estamos detenidos en el tiempo, que seguimos ocupados pero sin apuros, con tiempo, haciendo bien nuestra tarea, porque eso nos hace feliz. Estar dispuestos a sorprendernos, a aceptar lo que no estaba anunciado, atentos a lo que Dios nos presenta cada día, desligados de rutinas, de hacer todo por costumbre.
Que nos vean atentos a la actualidad, sin estar atados a la comunicación constante de los adolescentes. De las noticias de lo que está mal, que no se enteren por nosotros, la vida nos enseñó a no creer y difundir todo lo que se dice. Tengamos una reflexión con fundamento, serena, que muestre el camino de lo que es bueno y positivo.
Ocupados en los temas de la humanidad que compartimos, actualizados en todo lo que vive la Iglesia, las intervenciones del Papa Francisco, las noticias del mundo. De modo especial la realidad de nuestro país, de nuestra localidad, de la comunidad parroquial.
Porque en esa realidad ponemos nuestra colaboración, nos sentimos convocados, no nos quedamos afuera, mostramos lo que sabemos y podemos hacer para superar las dificultades, dando el ejemplo, siendo el primero en ocuparnos de levantar al caído.
Cómo nos ven y qué escuchan de nosotros, los Adultos Mayores, es importante para nuestra propia estima, ni malhumorados ni tristes aunque no nos falten contratiempos. Comenzamos a leer un libro, nos propusimos una actividad nueva, nos interesamos por algo diferente. Podemos vivir así y nos verán libres.
Padre Osvaldo
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