Del PAPA FRANCISCO

"Gracias a los progresos de la medicina la vida se ha prolongado ¡pero la sociedad no se ha "prolongado" a la vida!  El número de los ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no se han organizado suficientemente para hacerles lugar a ellos, con justo respeto y concreta consideración por su fragilidad y dignidad.  Mientras somos jóvenes, tenemos la tendencia a ignorar la vejez, como si fuera una enfermedad, una enfermedad que hay que tener lejos; luego, cuando nos volvemos mayores, especialmente si somos pobres, si estamos enfermos o estamos solos, experimentamos las lagunas de una sociedad programada sobre la eficacia, que en consecuencia, ignora a los mayores y ancianos.  Y a los mayores y ancianos con su riqueza no se los puede ignorar.

"La calidad de una sociedad,de una civilización, se juzga por la manera como trata a sus mayores y por el lugar que les reserva en la vida en común. La atención a los mayores hace diferente a una civilización, ¿hay atención? ¿hay un lugar para ellos?  Entonces esa civilización seguirá adelante porque sabe respetar la sabiduría de sus mayores.  En cambio una civilización donde no hay legar para ellos, en la que son descartados porque crean problemas... es una sociedad que lleva adentro el virus de la muerte.

Los estudiosos presenta nuestro siglo como el del envejecimiento, el número de hijos disminuye, el de los ancianos aumenta.  Una cierta cultura del provecho insiste en hacer ver a los viejos como un peso, un lastre.  No solo no producen sino que generan gastos de atención.  El resultado de pensar así es descartarlos.  ¡Es feo ver a alguien descartado, es pecado!  No nos atrevemos a decirlo abiertamente, pero se hace.  En el fondo se trata de nuestro miedo a la debilidad y a la vulnerabilidad, que aumenta en los ancianos la angustia de verse mal soportados o abandonados.

Es la egoísta incapacidad de aceptar sus limitaciones que un día serán las nuestras, creando escollos que deben superar para sobrevivir en una sociedad que no los deja participar, opinar, ni ser referentes. Los mayores y ancianos deberían ser la reserva de sabiduría de nuestro pueblo.  La Iglesia no puede y no quiere adecuarse a esa mentalidad de intolerancia, y menos aún de indiferencia y de desprecio a los mayores.  Debemos despertar el sentido colectivo de gratitud, de aprecio, de recibimiento, que haga sentir a los mayores y ancianos como parte viva de la comunidad."

Roma  4, marzo de 2015.

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