Al comienzo de la vida apostólica los discípulos de Jesús eran fuertes, trabajaban en las barcas, se animaban a ir mar adentro, enfrentando fuertes vientos o tormentas. Les encomendó ser pescadores de hombres, y lo hicieron con la misma fuerza, con convicción, sufrieron, a algunos los mataron.
San Pablo nos cuenta sus años de ancianidad, sus dificultades y nos muestra cuánto maduró su fe después de una vida apostólica llena de viajes y de dificultades, fundando comunidades de Iglesia.
Los sacerdotes y las religiosas también envejecen, el Papa Francisco dice de ellos que son "los verdaderos santuarios de apostolicidad que tenemos en la Iglesia" Y nos pide: "¡No los abandonemos!
Ser anciano no es necesariamente estar enfermos, pero hoy cuesta hacerse cargo de ellos, en las familias y también en las comunidades, y también cuesta a los mismos ancianos ir dejando el rol que tuvieron cuando estaban a cargo de comunidades parroquiales o religiosas.
En esta etapa de la vida, también para los consagrados, el ingrediente principal es el amor.
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