¿Quienes somos Vida Ascendente?

Somos personas mayores, y somos conscientes de nuestra edad, pero también nos vemos a nosotros mismos con mucha vitalidad, con mucho espíritu y con ganas de seguir participando de esta vida que Dios nos regala.  Por eso no nos imaginamos arrinconados, tristes y sin nada que hacer.

Por eso vemos la necesidad de reunirnos con otras personas mayores para transmitirnos nuestras vivencias, para comentar nuestros proyectos y sobre todo para sentirnos protagonistas de lo que estamos viviendo.  Todo lo que nos rodea nos interesa, en todo queremos participar con nuestras ideas y con nuestras acciones.  No somos nada indiferentes a lo que pasa al lado nuestro.

Somos mayores activos,  y si bien tenemos algunos achaques que nos limitan, siempre es mucho más lo que podemos hacer.  Y cuando nos reunimos multiplicamos nuestras posibilidades, nos damos cuenta que aún somos necesarios,  en nuestra propia familia y en nuestra parroquia, en el barrio y en el centro de jubilados.  No estamos para nada jubilados de la vida.

Este grupo de mayores puede llamarse Vida Ascendente, porque imagina la vida como algo que siempre crece, no está detenida,  y aún en esta edad sigue dando frutos y compartiendo con los demás.  Alguien puede comparar nuestra vida a un camino de montaña que estamos escalando, cada vez más alto, con más claridad y mirando cada vez más lejos.  

¿Quienes somos?  Los que nos conocemos y nos estamos reuniendo, iguales a cualquiera de nuestra edad, nos iguala saber que todos hemos vivido muchos años, todos aprendimos muchas cosas.  Somos una reunión de amigos que nos hace sentir a gusto cuando nos encontramos, no es muy importante la estructura, los objetivos y los programas, no necesitamos autoridades ni cargos, todos sabemos entendernos y ayudarnos.  Ya superamos las etapas donde eran muy importantes las apariencias.

Pero es un movimiento de católicos ¿no es cierto?   Justamente, formamos parte de la Iglesia y es por eso que valoramos tanto nuestra vida y nuestra amistad, las ayudas que podemos brindarnos y el don de estar juntos y en paz,   La Iglesia hace mucho que nos invita a vivir en serio el mandamiento del amor, hace mucho que dejó de hacer teatro y de darle importancia a la escenografía.  Hoy la Iglesia nos invita a dar testimonio de nuestra fe con los que están a nuestro lado.  No tenemos alas ni aureola, pero podemos sonreír a todos, saludar al vecino y comprender al que se equivoca.

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